Por: Edwin Tamayo
El día amanece con el mismo sin sabor que tenía la mañana del 3 de octubre del 2016. Muchos están en el debate entre lo correcto e incorrecto de las objeciones dadas por el presidente de la República Iván Duque a seis artículos de la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Sin embargo y ante tanta dinámica en las redes es importante analizar unas partes de ese discurso.
Para iniciar tenemos el título “la paz que nos une”. Si por algo se han caracterizado la expresión de la sociedad ante los procesos de paz es por dividirse, por estar en una constante disputa; y se ha notado lo anterior en el trascurso de la mañana. Por ejemplo en la red social Twitter la polarización se agudiza aceleradamente en muy poco horas. Dicha separación más allá de una falta de educación en la sociedad es una ausencia de cultura, de ética y objetividad.
Esta afectación en la sociedad no permite avanzar, porque la realidad es que si existen amigos y enemigos de la paz, no obstante el presidente en el discurso niega dicha verdad al decir explícitamente “No existe la falsa división entre amigos y enemigos de la paz. Pero queremos una paz que garantice de manera genuina la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición.” Es tan similar a la expresión usada por el ex presidente Juan Manuel Santos al decir “ese tal paro no existe” cuando era evidente su existencia.
Durante mucho tiempo se ha evidenciado que son muchos los que quieren destruir el proceso de paz, por conveniencia judicial o por poder y populismo político. Uno de los casos más sonados es el de Fernando Londoño al afirmar “volver trizar ese maldito papel que llaman el acuerdo final con las Farc”. Además de ello, es tan fuerte el daño de nuestra sociedad que muchos ciudadanos han culturizado la guerra como una forma directa de apoyar a sus líderes políticos. Es muy lamentable que se utilice a las víctimas como un pretexto para hablar de la paz y de su proceso, cuando es evidente que esa utilidad es a palo seco política. Pues muchos que fanfarronean de hablar y defender las víctimas son los principales causantes de sus tragedias.
Desde el día en que se comenzó a promover el NO al acuerdo de paz en Colombia inició un agudo periodo de polarización. Tanto aguado fue, que si hoy hablamos de amigos y enemigos de la paz, en gran medida se lo debemos a ciertos sectores políticos y a su egocentrismo. Sin embargo, el presidente parece desconocer dicho tema, expresando lo siguiente “Quiero compartir con ustedes los fundamentos de mi decisión. En primer lugar, NO estamos ante un choque de trenes.” ¡No señor! Si estamos ante un choque de trenes, uno que ha intensificado la polarización en la sociedad y especialmente en quienes no pueden mirar la realidad del país más allá de sus narices. Pero sobre todo la quisquillosa confrontación de los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial.
En medio de la dificultad que ha tenido todo el proceso, y de tener hoy la seguridad que las Farc no regresarán a la guerra mañana, ni en una semana… Se hace indispensable un gran diálogo nacional, donde las manifestaciones estén en dichas agendas, y la información al alcance. Se debe materializar completamente el proceso y avanzar en otros escenarios judiciales. No decir tranquilamente como el presidente al finalizar su discurso “Muchísimas gracias y que Dios bendiga a Colombia”. Porque la religión no debe ser el refugio para la incapacidad ni mucho menos las bendiciones el ejercicio político.
Fecha: 12 marzo, 2019
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