Debo decir, que la identidad opita, se defiende con racionalidad, amor y sentido de pertenencia por su propia cultura.
Por. Magister ELIMELETH PEREA MOSQUERA
Hoy el departamento del Huila, con identidad propia, en sus cientos seis años de existencia y de valoración cultural, es bueno recordar el pensamiento de un sacerdote, que le aportó muchos valores culturales al departamento, pero sobre todo a la ciudad de Neiva, en una institución educativa llamada el Salesiano San Medardo, como fue el sacerdote Andrés Rosa, quien llegó a Neiva con el fin de animar (para los alumnos de los dos últimos años de bachillerato) jornadas mensuales de reflexión centradas en temas de la educación de la fe desde el conocimiento del Evangelio y de las concretas circunstancias existenciales de los adolescentes, como también las vivencias del arte musical; lo menciono porque él decía en su libro de lógica formal, que los huilenses llamados opitas, tenían su propia identidad que dice así:”Yo soy Yo, y no me parezco a nadie”, es una expresión de mucho valor por lo cual me identifico con ella, porque cada persona tiene sus propias características personales, que lo hacen ser huilense, con mucho arraigo cultural.
Con esta identidad, la filosofía nace y hunde sus raíces en ese tempestuoso navegar en el que se desenvuelve la vida de los seres humanos, tratando siempre de responder a necesidades históricas concretas y de buscar respuestas a los problemas de su propio tiempo. Esta solidaridad de la palabra filosófica con ese continuo variar que constituye la vida humana es lo que explica el hecho de que las concepciones filosóficas sean inevitablemente múltiples y diversas, y que los textos de los filósofos no puedan leerse, si se quieren evitar deformaciones de todo tipo, aislándolos del contexto en el que surgieron. Los esfuerzos de aquellos que pretenden situar al discurso filosófico al margen y fuera de la historia real, presentando a la historia de la filosofía como una generación de conceptos nacidos de unos seres que parecen estar situados fuera del espacio y del tiempo, están condenados al fracaso, pues olvidan el hecho de la historicidad misma de la filosofía que va unida a una cultura y a una época determinadas. Hoy esta época es vivencial, por el desarrollo de su propia cultura, en el sentido de celebrar sus fiestas tradicionales que dignifican su propia razón de ser, y son las fiestas de San Pedro, con sus diversidad cultural, posee un Garbo de mucha trascendencia familiar, espiritual y social, porque todos interactuamos de una manera positiva, mediante el gran valor de la alteridad, que es el pleno reconocimiento de la persona humana, en estos días, el ambiente natural y social tiene grandes valores, como es el caso de la diversidad se sabores, en el rango de la alimentación, los asados , los tamales, los sancochos, las bebidas como el masato, la mistela, la chicha entre otros, aquí debo reconocer y resaltar un valor grandísimo del pueblo opita, como es el de saber compartir con los demás, eso nace y se lleva en la sangre, son únicos en este tipo de misericordia social, aquí recuerdo a un gran amigo, ya retirado de la educación, por defender la identidad de los huilenses, como es el docente Eduardo Castillo, nunca aceptó una comparación regional con oros departamentos, bien decía este formador, el Huila es el Huila y no nos parecemos a nadie, hay otros educadores muy pensantes, como los de la facultad de filosofía de la Universidad Surcolombiana de Neiva, ellos son hermenéuticos en sus sistemas ideológicos.
Producto de todo lo anterior, puedo decir que la cultura es el conjunto de bienes materiales y espirituales creados por la humanidad en el proceso de su práctica histórico-social del trabajo, porque la cultura material y la cultura espiritual están ligadas de la manera más íntima, para ser desarrollada de una manera multicultural, por los grandes aportes étnicos generados en el pueblo huilense, como lo dice la historiadora María Angélica Suaza Español,
“El Huila es triétnico, con aportes de los indígenas, los blancos y los negros, es una integralidad axiológica, que representa la idiosincrasia de un pueblo culto y valorativo, que solo le hace falta, poder defender su propio patrimonio cultural, histórico y social, lo digo con el debido respeto, porque el Huila es grande por su gente, por su cultura y por todo lo que bien representa, para el bienestar de Colombia.
Desde este marco interpretativo y comprensivo, la filosofía “no es el mero saber o aprender ideas o sistemas de pensamiento, sino sobre todo un saber realidad y un saber hacer realidad” según los propios conceptos de Fornet. De allí, que cobre importancia para la filosofía intercultural intentar responder a la pregunta de qué hacer con ese mundo multicultural en contextos situacionales, en nuestro caso, el nuestro americano y proponer pistas para la configuración de un quehacer filosófico en condiciones de dar cuenta de una sociedad, históricamente habitada por la herencia colonial y diferentes formas de dominación. Es decir, una filosofía “que cree las condiciones para que los pueblos hablen con voz propia, digan su propia palabra y articulen sus logos sin presiones ni deformaciones impuestas”
Esta argumentación es muy delicada, por la sencilla razón, que nos quieren someter y dominar de manera ideológica, político y social, dentro de un mundo globalizado por los grandes empresarios del mundo, por lo tanto la identidad filosófica, nos permite leer muy bien al filósofo peruano, José Carlos Mariátegui, con su identidad y protección de la pacha mama latinoamericana, como también el pensamiento social de otro filósofo, como es el caso de Zizek, es el reflejo del Pensamiento Idealismo alemán, sobre el Materialismo de lo real. Para el filósofo esloveno la herencia de este pensamiento, que podemos llamar “posmoderno”, supone el abandono y el olvido de una noción central para pensar cualquier política emancipadora del el sujeto trascendental, como lo hacen nuestros jóvenes del Hoy, la defensa de una identidad cultural.
A nosotros, los latinoamericanos formados en la filosofía y poco, escasamente, en el pensar abrigado por nuestro modo de vida, constituido por el mestizaje de culturas autóctonas y otras advenidas a este pródigo suelo, se nos impone de manera impostergable la tarea de saber pensar y actuar desde nuestra amplia y compleja experiencia histórico-cultural, esto significa que debemos saber pensar, desde la escuela, los colegios, las universidades, y desde la propia familia, generadora de saberes y de valores éticos y sociales.
Este planteamiento implica, siguiendo a Fornet, situarse en condiciones de aprender a pensar desde y con la riqueza cultural de nuestra Huilensidad; en otras palabras, reconocer el arraigo como nota originaria y cualificante del pensar, pues ello, desde el horizonte filosófico de Picotti, permitirá, de una parte, resituar desde la base cultural de nuestra América el pensar y por otra, liberar el quehacer filosófico de la tradición abstracta dominante, cuya pretensión histórica ha sido la de posicionarse como paradigma único y mopolizador de sus formas de expresión. Planteamiento que desde la perspectiva del filósofo chileno José Santos-Herceg, va a suponer un proceso de des encubrimiento de «nuestra América», un instalarse en un lugar, lleno de ecos y de representaciones, que se escuchan hasta hoy. Porque decir «Nuestra América», expresa Santos-Herceg, es decir muchas cosas: es decir dolor, diversidad, colonización, temor, amenaza, dispersión, pero también lucha, unidad, sueño, liberación. Ecos que en la obra texto fundacional de Martí, están presentes y hacen las veces de hilos conductores en la búsqueda de la representación de aquella América allí atrapada y encubierta. Se trata, entonces, de la América nuestra inédita, pero real, que aún está por descubrir, diría Mario Benedetti. Es decir, un lugar en donde las múltiples, variadas y diversas expresiones culturales están atravesadas por un pasado ausente y por un presente que se busca. Desde esta posición, la filosofía intercultural propone comprender el quehacer filosófico “como una actividad que nace en muchos lugares y que puede tener por consiguiente muchas nacionalidades”. En otras palabras, “la filosofía es plural; y su pluralidad no se debe a que se hace y se expresa en muchas lenguas sino también a que es un quehacer contextual”, según palabras de Fornet.
Producto de todo lo anterior, debo decir, que la identidad opita, se defiende con racionalidad, amor y sentido de pertenencia por su propia cultura.
elipe99@yahoo.es
Fecha: 28 junio, 2021
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