Alvaro Ladino Paque
Viral se convirtió esta semana, una imagen que simula cómo a partir de un simple ejemplo, desplazar el cemento donde ya no es útil, para ganar un área verde. El lugar ilustrado es un pequeño tramo de calle ciega de no más de 90 metros cuadrados, que hace años está en desuso y en el olvido las administraciones, sobre la Avenida La Toma con Carrera 6.Un centenar de usuarios compartieron o comentaron positivamente, y más de 13 mil vieron en redes sociales la publicación que se hizo desde la fanpage “Neiva se Respeta”. Incluso, el congresista Jaime Felipe Lozada, ofreció acompañar esta iniciativa y planteó sorpresivamente hacerlo a partir la ciudadanía, otra persona brindó su vehículo para transportar la grama, uno más sugirió ideas en sistemas de riego creativos, y así muchos mostraron interés en colaborar con recursos propios, para hacer de esta una realidad pionera dentro de los varios espacios que similarmente pueden transformarse.
Neiva se respeta es un movimiento que nació hace unos meses y está en proceso de reestructuración, pero hoy no profundizaré sobre este. Quiero enfatizar en la necesidad de ampliar y recuperar extensiones de vegetación considerable, tan escasas en la Neiva urbana, una ciudad en crecimiento que lejos está de armónicamente coexistir su infraestructura con senderos ecológicos. La comunidad reclama intervenciones urgentes. Nos presionan, las altas temperaturas y un fuerte Fenómeno del Niño u “Oscilación del Sur”, como es denominado su nombre científico.
El arboricidio en la antigua Concha Acústica que fulminó el humedal que allí era notorio hace medio siglo, las construcciones tan cerca de la laguna El Curíbano y Los Colores (donde nace la Quebrada La Toma), la contaminación de la ribera del Río Magdalena, del Río del Oro, de la Quebrada La Cucaracha, y de otras fuentes hídricas, son retrocesos ambientales. La canalización del Río las Ceibas, el monumento al concreto del Parque de los Niños, igualmente han demostrado que no vamos en la dirección correcta. Pero no todo está perdido: podemos aún corregir lo anterior y adelantar otras acciones, como declarar zonas de reserva municipal, territorios sagrados e inhabitables por la gente, al campo abierto del Batallón Tenerife, a la hectárea de bosque de la Universidad Surcolombiana, y por qué no, a la planicie del aeropuerto de Neiva en el largo plazo, cuando algún día sea necesario trasladarlo y convertirlo para entonces en una frondosidad nativa. Son apenas unos ejemplos.
Dirán que se ha avanzado, con los árboles que el alcalde regaló en su posesión, la siembra que está promoviendo un concejal, y la campaña de la Profe Leyla para evitar una tala sistemática en la carretera a Trapichito. Nadie niega sean aportes buenos, aunque insuficientes. ¡Falta mucho más! Urge un Plan de Ordenamiento Territorial – POT ambicioso que contenga aspectos botánicos, donde todos nos manifestemos, no solo los dirigentes, sin embargo pareciera fuera rentable para algunos de la clase política, continuarla tendencia urbanística de pavimentar todo. No puedo dejar de mencionar los árboles fantasmas en la vía pública, la mayoría con años o décadas de no haber sido reemplazados, contándose ya por cientos en las avenidas.
Especies autóctonas del Bosque Seco Tropical: Samán, Guásimo, Chicalá, Iguá, no deben faltar. Por otra parte, variedades ornamentales que adornen con flores y aromas en esquinas, parques y separadores; sombrío alrededor de ciclorrutas. Plantas pequeñas en sitios donde sean necesarias raíces poco profundas, no escatimemos nada, ni los frutales. Reclamamos una Política Pública ecosocial basada en diagnósticos para la bioregulación climática y consecución de una ciudad moderna, donde la gente pueda ir de picnic en grupos de amigos o familiares, divertirse y recibir a los turistas. Tarea que podemos empezar o replicar desde el patio o jardín de la casa, porque vale la plena refrescar a Neiva.