…El Encuentro del Desencuenro…

…El Encuentro del Desencuenro…

Por. Jorge Enrique Sastoque Hidalgo…
“Me caí de la nube que andaba
Como a veinte mil metros de altura
Por poquito que pierdo la vida.
Esa fue mi mejor aventura”.
(…)
“No estoy triste…Solo tuve un
golpe de realidad muy fuerte y
me baje de la nube en la que yo
misma me monté.”

…La última ocasión que tuvieron oportunidad de conectarse se comprometieron a tener un encuentro presencial en día y lugar previo convenido. Ellos, no se veían desde los tiempos de la oficina donde prestaban sus servicios como asesores jurídicos, allá en la capital. No tenían idea de las revelaciones pictóricas que pudieran obrar y expresar sus cuerpos puesto que desde su partida no se miraban a la cara. Durante los largos espacios virtuales en los que dejaban escapar sus palabras, inquietudes y develamientos eróticos, jamás tuvieron idea de la común gesticulación dado que sus dedos eran los únicos que transitaban a lo largo y ancho de la cabida espacial de su nube virtual. No podían comprender que era merced a inexistentes rieles carentes de efecto vinculante que lanzaban sus escritos digitales para que tan solo deambularan en eternos círculos, en un viaje sin retorno alguno, a través del vacío y el cansancio que fluía a granel en cada uno de sus espacios temporales copándolos como sino trágico de estupidez e ignorancia. Para un observador, por cierto escaso, los dos eran presa fácil de una especie de secta universal de adoradores de lo intangible y lo ficticio que fueron fácilmente cooptados para internarse en los laberintos digitales según lo dictaba el mundo posmoderno de la globalización, así que nada que ver con las imágenes reales de la vida. Su estilo de existencia era lo propio de las revoluciones tecnológicas del antrópoceno, según las cuales todo se reducía a vivir digitando como preludio de un tiempo que anunciaba el aparecimiento de los umbrales de la inmortal inteligencia artificial. ¿Quién iba a imaginar que una cinta cinematográfica concebida en el norte de las américas que recorrió el achatado planeta iba a dejar de ser una simple premonición visual del arte del celuloide para convertirse en una brutal profecía de artificio que terminaría por despojar a la humanidad de su voluntad? Todo lo que ocurría de pleno en sus propias narices cursaba llevándose a su paso la capacidad de pensar amarrada al inconsciente colectivo desconociendo que fue a propósito de su intuición que se forjó la mítica idea de la libertad. El nuevo engendro antropocénico era el resultado de una laboriosa preparación alquímica, de difícil entendimiento, que se asumía como un novel rito esotérico que transmutaba la materia de la que está hecho el pensamiento para tomar el manejo del universo de las voluntades e ir eliminando en términos de la velocidad de la luz la capacidad del decidir humano. La nube cibernética copaba el acontecer diario del territorio real transitando imperceptible por entre los claroscuros del azul cielo nocturno y de la luz matutina de los bosques de niebla sin que ninguno de los dos reparara en ello. Era tal la dimensión de su intromisión en el ensimismamiento virtual que no podían tomar nota de la paulatina pérdida de la sensación que puede dar lugar a imaginar el lúdico vínculo existente entre los sonidos de los colores con las emociones que propician las tensiones de la vida y las pulsiones que llevan consigo los quinqués de la muerte. Desde aquel entonces navegaron por los umbrales y confines de la realidad virtual sin preguntarse acerca de sus sentimientos e intuiciones como tampoco de la relación intrínseca que guardan con los entramados tejidos merced a las emociones inteligentes. Todo daba paso a un perverso juego de dados que una vez arrojados daban lugar al surgimiento de las emociones tristes que según un viejo tratado filosófico eran sensaciones que por siempre habitaban la realidad cierta de la vida mundana. En lógica nada era transparente puesto que el influjo de la nueva ciencia tecnológica artificiosa no hacía más que ocultar la realidad que en verdad pura y simple está conformada de rizomas. Cabe advertir que esta especie de cepas da lugar a ver lo invisible, porque nada era misterioso tan solo que todo lo existente, incluida la verdad, estaba oculto. De estos pormenores tampoco podía darse cuenta ninguno de ellos porque eran incapaces de intuir la amenaza de los monstruos de la razón que resucitaban de la mano como extraídos de la penumbra goyesca para matar la luz de la palabra humana y los reflejos corpóreos de la naturaleza.

Todo se podía resumir en que los dos habían navegado por los umbrales del pensar arborescente en viaje interminable validos de la nube digital que los llevaba y traía por el insondable y exponencial espacio tridimensional que a pesar de contar con el don de la ubicuidad a la larga todo terminaba por impedir salir de los límites que median entre el umbral algorítmico del uno y el cero. En efecto, las pretendidas ventajas y desventajas de los algoritmos se precipitaban haciendo nula su capacidad para pensar sus indocumentadas actuaciones con todo y las variaciones que configuraban sus envíos a través de la palabra digitalizada porque siempre terminaban embargados entre los decires positivos y negativos sin detectar sensitivamente las limitaciones que suelen desaparecer tan rápido como cuando se deshace la aparente certeza humana derrotada a instancias del resultado que arroja la inteligencia artificial en razón a que todo era un aprendizaje de patrones, formatos e ilusiones que rayaban con la verdad que se presume como un nuevo intangible. Parte del acontecer se debía a que los dos jamás transitaron los lugares del pensamiento crítico en alusión a algo que les posibilitara tan siquiera considerar el escape. Vivian engomados con los encuentros virtuales sin reparar jamás en que los imaginarios algorítmicos terminarían por alejarlos y distanciarlos cada vez más de la realidad física que por entonces aún, de manera vergonzosa, se predicaba existente. Todo el paisaje se antojaba ideal e irrelevante a sus ojos por lo que el entorno preponderante los conminaba a permanecer metidos en esa especie de burbuja de existencia artificial que al paso de los días consolidaba neofeudos tecnológicos que reestablecían a la manera de prismas verticales la ficción del pensamiento y el conocimiento arbóreo. Ellos, nunca intentaron provocar sus emociones propias de tal manera que hubiesen podido reparar en las sensaciones que les proporcionasen los sonidos de la mudez puesto que tampoco lograban visibilizar los ecos vibrantes del lapso de colores. Lo normal para su tiempo era que no podían captar su deambular entre nubes de cansancio e infinitas soledades que alternaban con tercas vorágines sin tener lugar a pensar y atender en forma mutua todo lo experimentado para su particular ponderación y trama.

Por nunca jamás, ellos estuvieron a la altura de imaginar la existencia de la ucronía detalle que les hubiese podido poner a prueba la curiosidad e iniciar la búsqueda de las historias regresivas como una manera de hallar la diferencia entre la transparencia y la verdad, detalle que desde la intimidad de una atmosfera horizontal les podría haber aportado miradas no ficticias en clave de cómo sería una línea que trasgrediera la mentira histórica. Nunca llegaron a pensar que sus encuentros podrían haber dado lugar al descubrimiento de los ejes vinculares que les mostraran una dimensión distinta al común de la agobiante rutina en que había caído cada uno inmolando sus sentimientos corporales en una especie de sopa que les ahogaba la ocurrencia de actos liberadores de la verdad. Estos seres no hicieron lo posible por estimar algo encaminado a encumbrar sus humanidades sobre la dimensión del tiempo para cruzar el espacio virtual sin permitir que los universos digitales en un abrir y cerrar de ojos desmembrara su existencia al tanto que les destripaba la vida.

Una vez hubo llegado el día y el momento previsto; luego de haber volado a través de las ondas del viento y las alturas meteorológicas del cenit bajo amenaza de las variantes de la ebullición climática que azotaba el planeta por fin aterrizaron sobre los aún ignorados rizomas de sus historias regresivas. Por fin Paula Briséis y Narciso Aquiles bajaron de su nube posándose sobre sus verdaderas realidades. Así que hallándose en tierra intentaron ponerse frente a frente para hacer realidad lo convenido. En un abrir y cerrar de ojos extendieron sus brazos para terminar enmudecidos porque a decir verdad no fueron capaces de decirse nada que diera pie a la calidez propia de un inédito e inusitado sueño del abrazo. Ambos quedaron petrificados sin más pero con mucho menos. Ella apenas fue presa de una exhalación de asombro a la par que él hizo un brusco giro de espalda en alarde propio del ritual de macho escéptico y empedernido que se aleja lanzándole un descomunal clavo que fue a parar como una flecha envenenada que se insertó preciso en uno de sus tres cerebros… ¡¡“Esto no era indispensable querida mía; que decepción, esta es una mala ficción, nunca concebí tu figura como un hecho real. Ahora que te observo no te reconozco: no sé quién eres!!…“

Para Paula Briséis y Narciso Aquiles esa aventura ficcional terminó como epilogo profético de un viejo celuloide en blanco y negro justo en el instante del encuentro con su eterno desencuentro…

Casa de la Montaña, Cerros de El Caguán, diciembre 13 del año 2025