Acoso Escolar: cifras, causas y soluciones

Acoso Escolar: cifras, causas y soluciones

Este 6 de noviembre se conmemora el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, una fecha que invita a reflexionar sobre una de las formas más persistentes y silenciadas de violencia en el contexto educativo. El acoso escolar, o bullying, afecta a uno de cada tres estudiantes en el mundo, según cifras de la UNESCO, y en Colombia, al menos el 23% de los niños reportan haber sido víctimas de esta forma de maltrato de manera regular.
Este fenómeno ha sido estudiado en profundidad por el profesor César Augusto Sierra, coordinador del Programa de Psicología del Politécnico Grancolombiano Sede Medellín, quien en el libro “Orientación Psicoeducativa en Colombia: Fundamentos teóricos y prácticos” plantea que el acoso escolar no surge exclusivamente entre estudiantes, sino que también es producto de los entornos institucionales que descuidan el bienestar emocional de sus miembros.

¿Qué es el acoso escolar?
El acoso escolar es una forma de violencia sistemática y repetitiva que se presenta entre estudiantes, caracterizada por agresiones físicas, verbales, psicológicas o sociales. Se manifiesta a través de insultos, burlas, amenazas, exclusión, golpes, apodos ofensivos o humillaciones constantes. El bullying no es una simple pelea entre compañeros, sino una conducta que busca someter, controlar o dañar a otro, generando consecuencias graves en su salud emocional, su autoestima y su rendimiento académico.

¿Cómo identificar el acoso escolar?
Reconocer el acoso escolar es el primer paso para intervenir. Las víctimas pasivas suelen ser niños o adolescentes que se muestran ansiosos, inseguros, retraídos y con baja autoestima. Evitan el contacto social, se aíslan, presentan cambios en su comportamiento y pueden mostrar signos de tristeza, miedo o evasión. Las víctimas provocadoras, por otro lado, combinan ansiedad con conductas agresivas, lo que genera tensión en el entorno y puede llevar a que sean blanco de hostigamiento. Los agresores, por su parte, tienden a ser impulsivos, dominantes, con baja empatía y una actitud desafiante frente a las normas escolares. En el caso de las niñas, el acoso puede ser más sutil, manifestándose en forma de rumores, exclusión social o manipulación emocional.

¿Qué provoca el acoso escolar?
El acoso escolar no aparece de la nada, es el resultado de múltiples factores que convergen en los entornos escolares. Uno de los principales detonantes es la estructura institucional que prioriza el rendimiento académico por encima del bienestar emocional. Cuando se enfoca únicamente en las calificaciones, deja de lado la dimensión humana del estudiante.
En estos ambientes, la frustración, la falta de espacios para la expresión emocional y la ausencia de acompañamiento psicológico generan tensiones que pueden desembocar en conductas violentas. Además, las dinámicas familiares, los estilos de crianza, la sobreprotección o la negligencia también influyen.
Y es que el entorno escolar tiene el poder de transformar vidas, pero también puede convertirse en un espacio de sufrimiento si no se gestiona adecuadamente. Un ambiente escolar problemático se caracteriza por la falta de escucha, la invisibilización de las emociones, la rigidez en las normas y la ausencia de estrategias de contención emocional.
En estos contextos, los estudiantes no solo aprenden contenidos académicos, sino también formas de relacionarse que pueden perpetuar la violencia. Por eso, es fundamental que las instituciones educativas asuman su rol como agentes de cambio, promoviendo una cultura de respeto, empatía y cuidado.
Además, el riesgo psicosocial en las instituciones educativas se incrementa cuando hay presión académica excesiva, sobrecarga de trabajo para docentes, escasez de recursos y ambientes familiares problemáticos. Estos factores generan estrés, ansiedad y agotamiento emocional, afectando tanto a estudiantes como a docentes.

Entonces, ¿cómo actuar?
La salud mental debe ser una prioridad en las escuelas. No basta con reaccionar ante los casos de acoso escolar, es necesario prevenirlos desde la raíz. Esto implica desestigmatizar la salud emocional, formar a los docentes en habilidades socioemocionales, crear espacios seguros para la expresión de sentimientos y establecer protocolos claros de intervención.
La evaluación psicológica debe ser una herramienta para comprender al estudiante, no para etiquetarlo. A partir de esta comprensión, se pueden diseñar planes de acompañamiento personalizados, talleres psicoeducativos, actividades colaborativas y estrategias de inclusión que fortalezcan la convivencia.
La corresponsabilidad entre familia e institución es clave. Padres, docentes, orientadores y directivos deben trabajar juntos para construir entornos donde los niños y jóvenes se sientan protegidos, valorados y escuchados. La escuela no puede asumir sola esta tarea: necesita el compromiso de toda la comunidad educativa.
Asimismo, es fundamental que las instituciones educativas promuevan una cultura de prevención y atención del riesgo psicosocial. Esto incluye la implementación de protocolos de intervención, la promoción de habilidades socioemocionales, la creación de espacios de diálogo y resolución de conflictos, y la formación continua del personal docente. Estas acciones no solo previenen el acoso escolar, sino que fortalecen el bienestar emocional y la resiliencia de los estudiantes.