Por Marcos Fabián Herrera Muñoz
La discusión pública en Colombia está contaminada de tedio y dogmatismo. Presos de las ideas cerreras, nos aferramos a un mundo en claroscuro que no contempla matices, ni medianías ideológicas. Heredamos del clima de violencia que por 50 años nos ha permeado, un maniqueísmo exasperante.
Me produce náuseas ver como se propaga por el pantano de la virtualidad piezas audiovisuales, montajes fotográficos, y demás artificios concebidos con precariedad intelectual, en los que se postulan tesis, fabulaciones e hipótesis sobre el futuro de Colombia, todas ellas traídas de los cabellos.
La ruina moral y el analfabetismo funcional de nuestra clase dirigente, ha contribuido a que aquella bruma indescifrable que llaman opinión pública, se vea contaminada de ideas peregrinas. Carentes de capacidad argumentativa, los autoproclamados líderes apelan a la insensatez discursiva y estimulan estados emocionales primarios.
Sólo así resulta explicable que una buena parte aquella masa frívola y desinformada crea que nuestro presidente lechugino y acendrado aristócrata, sea un comunista redomado que concibe una dictadura proletaria. Tal conversión no se logra ni el quirófano de Frankestein. Basta de tretas y falacias. Invoquemos la serenidad y recordemos a aquel viejo liberal olvidado en la historia, don Manuel Murillo Toro, que sentado desde el diván nos dice : “ para conservar el espíritu libre, hay que ser fanático de la duda”.