El bullying o acoso escolar es en Colombia una de las formas más frecuentemente ignoradas del maltrato. En 2023, cifras revelaron que el país se posicionó como el segundo de Latinoamérica con mayor incidencia de acoso escolar y el undécimo entre los países de la OCDE. Al menos el 23% de los estudiantes colombianos reportaron ser víctimas de matoneo de manera regular o constante en sus instituciones educativas, lo que significa que 1 de cada 5 niños enfrenta esta forma de violencia, según datos de Pisa y el Sistema Unificado de Convivencia Escolar (Suice).
A propósito del Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, el libro ‘Manifestaciones de violencia en la escuela primaria’, escrito por César Augusto Sierra, coordinador de la Escuela de Psicología del Politécnico Grancolombiano sede Medellín, brinda una guía para saber si un niño es víctima de maltratos físicos como golpes, «calbazos», «zancadillas» y empujones, o de maltratos psicológicos como insultos, burlas constantes, apodos y bromas pesadas.
Víctima o matoneado
Las víctimas pasivas, comúnmente conocidas como el «matoneado» del salón, son aquellos niños que se encuentran en una posición de constante vulnerabilidad, sufriendo burlas, humillaciones y agresiones físicas y psicológicas de sus compañeros. Estos niños suelen ser más ansiosos e inseguros que sus pares, reaccionando a los ataques con llanto y alejándose, especialmente en los grados inferiores.
Se caracterizan por su cautela, sensibilidad y tranquilidad, además de una baja autoestima y una percepción negativa de sí mismos y su situación. Estas víctimas tienden a estar solas y aisladas, sin amigos cercanos, lo que refuerza su vulnerabilidad. No presentan conductas agresivas ni provocadoras, y generalmente tienen una actitud negativa hacia la violencia y el uso de medios violentos. La combinación la de ansiedad y una reacción sumisa, junto con debilidad física, los convierte en blancos fáciles para los agresores.
De otro lado se encuentran las víctimas provocadoras, que presentan una combinación de ansiedad y reacciones agresivas. Estos niños suelen tener problemas de concentración y comportarse de manera que causa irritación y tensión a su alrededor. Algunos de ellos pueden ser hiperactivos y su conducta puede provocar a otros alumnos de la clase. Aunque son más débiles físicamente, intentan responder a los ataques, generalmente de forma ineficaz. Su comportamiento puede incluir hiperactividad, inquietud, dispersión y actitudes ofensivas, lo que a veces les gana el disgusto de adultos, incluyendo maestros. Pueden también intentar agredir a otros niños más débiles.
En ambos casos, las víctimas de bullying tienen una relación más estrecha y positiva con sus padres, especialmente con sus madres, lo cual a veces se interpreta como sobreprotección. Estas dinámicas familiares, junto con el hostigamiento constante por parte de sus compañeros, contribuyen a su alta ansiedad e inseguridad, reforzando la valoración negativa que tienen de sí mismos.
Agresor o matón
El «matón» del salón es un niño que identifica rápidamente las características que hacen vulnerable a su víctima y se convierte en su constante perseguidor, dedicando gran parte de su tiempo a acechar y maltratar física y psicológicamente a otros niños. Su popularidad se basa en el miedo y el hostigamiento que impone, lo que lleva a que la mayoría de sus compañeros le teman e intenten evitar cualquier conflicto con él.
Los agresores típicos tienen una mayor tendencia hacia la violencia y el uso de medios violentos que los demás alumnos. Son impulsivos y muestran una necesidad imperiosa de dominar a los demás, presentando poca empatía hacia sus víctimas. Con frecuencia, tienen una opinión positiva de sí mismos y suelen ser físicamente más fuertes que sus víctimas.
En cuanto a su rendimiento académico, puede ser normal, por debajo o por encima del promedio en primaria, pero en secundaria suelen obtener notas más bajas y desarrollar una actitud negativa hacia la escuela. Tienen dificultades para adaptarse a las normas escolares y son considerados indisciplinados, inquietos o hiperactivos, recibiendo frecuentes llamados de atención y notas de compromiso disciplinario, con citaciones a sus padres.
Estos niños participan activamente en juegos violentos como peleas, Karate, Tae-Kondo y otros que impliquen violencia física. Son sobresalientes en deportes considerados rudos y fuertes como el fútbol, atletismo y fútbol americano. Sienten una necesidad imperiosa de poder y disfrutan cuando tienen el control. Posiblemente han desarrollado hostilidad hacia su entorno debido a condiciones familiares, lo que los lleva a sentir satisfacción al causar daño y sufrimiento. A menudo obtienen beneficios materiales de sus víctimas, como dinero y objetos personales.
Las niñas agresoras son más difíciles de descubrir ya que utilizan medios menos visibles de hostigamiento, como la calumnia, la propagación de rumores y la manipulación de relaciones de amistad. Aunque no lo demuestran, los matones sienten gran frustración y tristeza internamente, tendiendo a tener un carácter depresivo. Sienten envidia hacia los demás y su principal interés es estropear la felicidad de otros.
¿Cómo trabajar para prevenir los casos de bullying?
Las agresiones pueden tener consecuencias en las víctimas como la deserción escolar, trastornos depresivos graves, y en los casos más extremos, el suicidio. La violencia escolar, que a menudo se percibe como algo normal en el ámbito estudiantil bajo la premisa de que no todos tienen que agradarnos, no debe ser tolerada ni justificada. «Es crucial dar visibilidad a estas situaciones de violencia en las escuelas para abordar un problema que ha sido ignorado durante demasiado tiempo y fomentar la creación de entornos educativos seguros y respetuosos», enfatizó el docente.
Por eso, es fundamental preparar al personal educativo para abordar la violencia entre pares. Se requiere que maestros, psicólogos y alumnos adquieran conocimientos y herramientas esenciales para prevenir y manejar el acoso escolar. La promoción de habilidades socioemocionales y la capacitación docente son fundamentales para identificar y gestionar estas situaciones de manera efectiva.
Además, la participación de las familias en la prevención del acoso escolar es crucial para construir entornos educativos libres de violencia. Es importante reconocer que algunas personas cometen el error de creer que el acoso forja el carácter de los niños, cuando en realidad tiene efectos devastadores en su autoestima a largo plazo.
Lo más importante es comprender que tanto la víctima como el agresor necesitan apoyo y orientación, evitando estigmatizar al agresor y brindándole la oportunidad de reflexionar y cambiar sus actitudes.