En Destinos la nueva cinta del director Alexander Giraldo, la actriz representa a una mujer sumida en el dolor y aferrada a un pasado que le hace renunciar a su propia existencia. Un papel que le agotó el alma como pocos y le exigió un trabajo de interiorización del que le costó desprenderse.
La pérdida es uno de los sentimientos más devastadores que puede experimentar el ser humano y en su presencia el tiempo parece no transcurrir sino dar más espacio a que el dolor se arraigue y aniquile.
Una sensación que experimenta ‘Laura’ uno de los personajes de Destinos, la nueva película del director Alexander Giraldo (180 segundos) y quien explora un drama coral construido a través de cinco historias que se entrecruzan, indagando sobre la búsqueda del destino, de mirar el tiempo con nostalgia y tratar de recuperarlo.
Angélica Blandón fue la elegida para personificar a Laura, una mujer de 26 años, violinista que renuncia a su mundo para internarse en el dolor y la frustración causada por la pérdida, habitando en el silencio y a cuya alma Blandón tuvo que entrar y vivir las sensaciones como propias para sacar poco a poco todo ese drama contenido en un personaje con una enorme tristeza.
Aparte de tener que acercarse a unos conocimientos básicos sobre el violín, su primer gran reto fue interiorizar la muerte de Isabela, la pequeña hija de Laura, sin poder evitar asociar el sentimiento con Brisa, su hija en la vida real. Fue tan dolorosoque durante los días de rodaje tuvo que enviar a la niña con su papá porque el primer día al llegar a casa no pudo dejar de llorar aferrada en un abrazo a la pequeña. “Fue como reconocer que uno posee la fortuna de tener a sus seres amados y en un segundo pueden ya no estar”.
Por esto sostiene que fue mayor la preparación que hizo para salirse del papel que para introducirse en él. “Por eso, todas esas herramientas de construcción del personaje en torno al violín y la música en sí fueron pasando a un segundo planopara adentrarme en el sentimiento de la ausencia y la pérdida que hicieron muy intensos los ocho días de rodaje de mis escenas”.
Angélica asegura que es el personaje al que más le ha costado llegarle, pero sobre todo del que más le ha costado desprenderse. “Amé el momento en que terminó el rodaje de Destinos porque siempre me invadía su tristeza. Tenía que hacer mi propia terapia”.
Caminando entre la locura y el control
Para la coprotagonista perder a un padre o a una madre es algo a lo que se le puede poner nombre, pero a la muerte de un hijo no.
“Es de las pérdidas más dolorosas y es muy difícil encontrarle justicia a ese sentimiento”, afirma.Cuando se le pregunta si después de interpretar a Laura pudo concluir cómo alguien puede superar este dolor afirma:
“No sé. Sería acudir a frases cliché como ‘la vida continúa’, ‘tú puedes volver a tener otro hijo’, ‘eres muy joven’, ‘puedes irte a la playa’, ‘puedes cambiar de vida’, ‘puedes volverte una mejor música’… muchas cosas podrías decir. Incluso, sin querer, yo terminé haciéndome esa pregunta: ¿qué pasaría?… Conozco madres que han perdido a sus hijos y en este momento me dirían Angélica no seas tarada, yo continúo mi vida todos los días. Pero creo que yo me chiflaría”.
Sin embargo reflexiona acerca de cómo a veces las circunstancias sacan de las personas cosas que ni siquiera imaginaban que tenían, como cuando ella afrontó una grave hospitalización de su hija Brisa en cuidados intensivos.
“Me levantaba a cierta hora, me obligaba a comer así no tuviera hambre, llegaba a cuidados intensivos, me vestía de pony o de tortuga Ninja como una animadora, pero nunca lloré delante de ella. Hice todo, todo muy controlado. Luego salía, lloraba, almorzaba, me lavaba la cara y volvía en la tarde. Volvía a salir, lloraba, me bañaba y me quedaba dormida exhausta. Sabía que tenía que llorar o sería peor, pero sin que mi hija me viera. El papá no podía y la sicóloga me decía: estás haciendo lo correcto”.
Con el silencio como compañero
Angélica ya había trabajado con el director y parte del reparto en la cinta 180 segundos. Alexander le contó su idea de una película coral, un poco más improvisada y que no requiriera un guion específico, sino que pudieran interactuar con la cámara o con otro actor y conocieran tan bien su historia, que pudieran hacerla a partir de una verdad.
Laura no interactuaba con ningún otro personaje en la película, sus diálogos son casi nulos y eso la hizo más complicada. Angélica no tuvo grandes ensayos sino largas conversaciones con el director para construir el personaje. Escribió una historia sobre su personaje, como su procedencia, cómo tuvo su hija, cómo fue su embarazo, sus primeros años, lo que más le gustaba de la niña.
Salió dos veces a comer helado y conversar con Violeta Aguilar, la pequeña que interpreta a su hija Isabela en la película y que en realidad es hija del también protagonista de la cinta Alejandro Aguilar. Pero de resto Laura sólo debía pensar y recordar todo el tiempo. Fue un arduo trabajo de mesa y de generar un vínculo interno con un personaje acompañado de largos silencios, que vivía en soledad.
Una de las escenas más difíciles fue con la orquesta sinfónica, con sólo 30 minutos para rodar. El director le había pedido estar ausente, con una tristeza contenida pero sin llorar, como tomando una decisión porque era la primera vez que volvía a tocar con la orquesta desde la muerte de su hija. “Fue muy complicado, la música era tan poderosa que con ese sentimiento me senté y pensaba ‘no puedo llorar, no puedo llorar’. Duré diez minutos así y los otros 20 no pararon las lágrimas, parecía una regadera, el pedazo que quedó fue el único en el que no lloré. A veces esas emociones se le desbordan a uno”, cuenta.
Sobre la cinta
Antes de su llegada a las carteleras colombianas la cinta ha hecho un importante recorrido por festivales internacionales como los de Chicago, Havana de Nueva York, el Trieste (Italia), el Nuevo Festival de Cine de Cuenca (Ecuador) donde obtuvo una Mención Especial; en el Festival Internacional de Cine de Cúcuta donde se alzó con el Premio del Público, el Festival Internacional de Cine de Santander – FICS, donde fue premiada como la Mejor Película Colombiana y el Festival de Cine Colombiano en Medellín.