Miguel de León.
La Editorial Tierra de Palabras me ha invitado a hacer parte su nueva colección “Poesía Contemporánea”, cuyos primeros tres números serán presentados en Filvorágine, a realizarse en la ciudad de Neiva. Estos poemarios son Despertar de Blanca Inhírida Trujillo, Luna de Fuego de Rosa Fernanda Collazos y Eres la sed de Miguel de León. Tres nuevos poemarios en el año del Centenario de La Vorágine. Y como he andado un poco más de camino que ellas, me atrevo a presentar sus poemarios y a hablar de estas poetas. Porque mi alma está unida a la palabra de ellas, a Rosa le hice el prólogo de su primer libro y a Blanca la presenté en la Feria del Libro de Bogotá en su primer recital. Son dos mujeres bellas, estudiosas y curiosas, pero igual, veo muchas cosas parecidas en ellas, por ejemplo, ambas siempre han estado ahí para la poesía.
Rosa la conocí como promotora de lectura en el Sena, cuando organizábamos eventos en la Biblioteca Central y ella era quien estaba al frente y luego la veía en los recitales y eventos culturales, hasta participando en el Festival del San Pedro bailando pasillo huilense. Y cuando las mujeres se volvieron a reunir para editar la Colección de Escritoras huilenses, ella fue la última, la novena. La más joven y la única sin publicar, fue la sorpresa de la colección y por decisión de la editora, me escogieron para hacer el prólogo y por lo tanto, tener el honor de ser de los primeros en leer su poesía. Y me gustó: “No es una poesía contemplativa, sino que está unida a lo social, a la denuncia, porque así, la palabra toma valor y la poeta traza su camino”, escribí esa vez.
A Blanca, igual, la conocí en los eventos de promoción de la colección de mujeres poetas. Callada, absorbiendo todo lo que veía y escuchaba, hablando cuando se necesitaba. Y fue dejando su timidez, hasta que alguna vez dijo que quería presentar su libro, y de pronto en la programación de la Feria del Libro de Bogotá, hicimos un conversatorio y ella habló y leyó poesía y sonrió y fue algo hermoso. Yo fui el primer sorprendido y le pregunté por su timidez. Me dijo: “Gracias a ellas, a su sororidad, me tengo confianza”. Y comenzó el proceso editorial; “mis manos afanosas buscan el lápiz / la hoja me reclama”. Todo un mundo de sentimiento luchando por salir, por gritar desde el silencio de los siglos.
Porque en el territorio, estamos asistiendo a una irrupción de la poesía escrita por mujeres que, en estos momentos, inaugura un cambio de perspectiva con adquirido tono reivindicativo. Estas poetas advierten cómo a través de su lirismo, existe todo un compromiso de la escritora con su tiempo y con la causa de la Mujer como sujeto de la historia. Su propia poesía postula la construcción tanto de un espacio lingüístico como de pensamiento que se ubica desde la propia experiencia de ser mujer. Tal vez mas visible en el caso de Blanca: “Ahora, mi vida me pertenece, / la angustia y el miedo han desaparecido. / Me acepto soy lo que soy”.
Recluidas en la familia, parcela en la transmisión de saberes, siempre hay un verso para sus seres amados: “Soy la hija del carpintero, / una pieza inacabada / que luce con orgullo el añoso forcejeo con la vida”, nos dice Rosa, quien incluso dedica el libro a su madre, “en quién reside la poesía y la magia de todas las lunas”. Amor cargado de recuerdos, “Mientras la bruna noche / apura su paso envolviendo en su manto / la deshabitada casa de la remota infancia”, resuena en el alma de Blanca. Pero, así como existen puntos en común, la obra de cada poeta es única y diferente a otras y eso, afirma su propio papel y su propia identidad en un proceso accidentado y doloroso que pasa a través de la superación de su propia historia hasta ir creando un universo simbólico propio, que si bien se resiste a abdicar de la realidad, también se resiste a que su palabra poética lo haga sin más.