Por Marcos Fabián Herrera
Especial www.noticiasalsur.co
Aún lo recuerdo cuando se escondía en la timidez para dejar que las palabras se convirtieran en imágenes. Sus trenzas a lo Bob Marleyy su infaltable morral, fueron, desde esos años de aprendizaje, su impronta. Muchos lo creían un diletante mal trajeado y un aficionado más que derrocha en el esnobismo los bríos de una vocación trunca. Siempre lo vi con una cámara al hombro, y como corresponde a los auténticos narradores audiovisuales, preguntaba para luego escuchar con paciencia.
Han corrido los años, y aquel aprendiz de video que pasaba horas enteras cosechando testimonios, cazando instantes y eternizando momentos, es hoy uno de los rapsodas visuales más logrados del país. Francisco, Pacho Olaya, el andariego de la bicicleta y el videografo ecologista, es un bardo iconográfico de la ruindad de lo que los provincianos llamamos progreso. Es un juglar que ha contado el destierro y la infamia, la angustia del pescador y la esperanza del trashumante. Armado de valentía, su lente ha captado los arreboles tropicales del río que despide la pestilencia del neocolonialismo. Las esclavitudes impuestas con trampas y secundadas con el silencio nuestro que decreta impunidades.
Los narradores contemporáneos como Pacho, saben que la imagen, en sus fines más abyectos, con sus trucajes y artificios, es uno de los más seductores instrumentos de la manipulación. Para no rendirse ante el entramado de luces que desdibujan el relato, él ha preferido la palabra llana y los rostros sudados. Su estética, se construye en la piel llagada del labrador y las frentes ajadas del campesino. Para no escamotear el padecimiento; para alejarse de la estridencia del titular y auscultar la entraña de la imagen, Pacho se ha mimetizado con los que sufren. Sólo él lo sabe hacer, con el tacto y el mutismo que le han permitido convertirse en el relator de un tiempo en el que la ambición depreda todo. Su lente seguirá recorriendo los caminos del sur.